El pasado 25 de junio los yihadistas del Estado Islámico irrumpieron en la ciudad de Kobane masacrando a 210 civiles y a otros 23 en un pueblo al sur de Kobane. Este genocidio no hubiera sucedido si no fuera por el apoyo logístico que proporcionó el Gobierno turco al Estado Islámico durante mucho tiempo. Tampoco el atentado de Suruç (Pirsûs, en kurdo), perpetrado por un yihadista del Estado Islámico el pasado 20 de julio, hubiera tenido lugar si no fuera por la complicidad de la inteligencia turca, implicada en el envío de armas a los yihadistas en Siria.
Los kurdos de Turquía ya estaban hartos de la política de hostilidad del Gobierno turco hacia el pueblo kurdo en Siria. El Gobierno turco impedía la libre circulación de personas y mercancías entre las regiones kurdas de Siria y Turquía, en cambio mantenía dos pasos fronterizos abiertos en las zonas controladas por el Estado Islámico. Y lo que más irritó a los kurdos de Turquía fue el apoyo explícito del presidente turco Receb Tayyib Erdogan al Estado Islámico en la batalla de Kobane. El atentado de Pirsûs fue la gota que colmó el vaso, 32 jóvenes kurdos y turcos murieron horas antes de partir hacia la frontera turco-siria para ayudar en las tareas de la reconstrucción de la devastada Kobane.
Dos días después de la matanza de Pirsûs el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) perdió la paciencia que mantenía durante más de dos años en busca de la paz y asesinó a dos policías turcos, este acontecimiento abrió la caja de pandora. Erdogan, después de haber perdido la batalla en las urnas el pasado 7 de junio, esperaba este incidente para llevar a cabo una operación policial y militar contra los kurdos. Pero se equivoca como se han equivocado todos los líderes turcos que intentaron acallar las legítimas demandas del pueblo kurdo con las armas, Erdogan no sólo se enfrenta a miles de guerrilleras y guerrilleros que están dispuestos a sacrificar sus vidas por la libertad de su pueblo y la de su líder Abdulah Oçalan, encarcelado en una isla desde 1999, sino se enfrenta a millones de kurdos que ya no aceptan más las humillaciones que viven a diario en Turquía.
El presidente turco ha perdido el norte, acaba de declarar la guerra contra los yihadistas, pero en vez de concentrar sus ataques contra las bases del Estado Islámico en el norte de Siria da órdenes a sus cazas F-16 para bombardear las bases del PKK en el norte de Irak. Si el presidente turco de verdad quiere combatir a los yihadistas del Bagdadi, pues debería tender la mano a las fuerzas kurdas en Siria, las únicas fuerzas que lograron derrotar al Estado Islámico en muchas zonas de Siria.
* Artículo publicado originlmente en El Crisol de Ciudad Real.
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